Doble homicidio en Romero por disputa de terrenos usurpados

Parados en 36 y 182, con el sol que no da tregua y la inquietante sospecha de que cuando caiga podría suceder “algo muy malo”, cuatro hombres hablan de lo que pasó la noche previa en esa misma esquina, durante 10 minutos que parecieron horas, entre los “zumbidos de entre 30 y 40 tiros”. ¿El saldo? Dos hombres muertos y un tercero herido, aunque en el barrio todos creen que es un milagro que las víctimas “no hayan sido más”.

“Mataron a dos laburantes”, coincidieron en asegurar David Brítez (28), Abel Machado (31), Ariel Chamorro (31) y Eladio Flores (27), en un mano a mano con EL DIA desde la escena del doble crimen.

Ahí murió Aurelio Brizuela Ibáñez, un joven de nacionalidad paraguaya que tenía 26 años, se ganaba la vida como albañil y se había instalado en 181 bis y 35 hace apenas 15 días. Su mujer está embarazada.

En el hospital de Melchor Romero falleció un poco más tarde Hector Sánchez, de 42 y nacionalidad boliviana. Según la Policía, también era albañil. Sus vecinos cuentan que era quintero y “siempre lo veíamos pasar en su camioneta junto a un hijo suyo”.

En la balacera resultó herido Nelson Espíndola, un boliviano de 34 años que fue trasladado al hospital San Juan de Dios con un tiro en el brazo derecho. Su vida no corre peligro. Hasta anoche no había detenidos por este sangriento incidente, aunque los investigadores dejaron trascender que “hay una pista firme”.

En el barrio apuntan en el mismo sentido, aunque no le llaman “pista”. Para ellos es una certeza.

EL BARRIO

La escena del doble crimen es el barrio conocido como Cristo Rey, en la localidad de Melchor Romero, conformado por terrenos que constituyen unas ocho manzanas delimitadas por las calles 179 y 183, de 35 a 38, que hasta hace algunos años fueron de una mutual y de un lustro a esta parte fueron usurpados.

“Hay discusiones a diario”, refirió un jefe policial. “Hay un grupo de argentinos que se aprovecha de la gente que vive ahí”, aportó otro, detallando que “les han vendido los terrenos sin escritura, se los vuelven a ocupar apenas pueden y les cobran de nuevo para retirarse”.

Brítez, Machado, Chamorro y Flores argumentan que esta modalidad sería la que desencadenó el drama, ya que las usurpaciones se produjeron “durante el último mes y comenzaron con una casa que tomaron en 36 y 181”.

Cuentan que “los usurpadores son cuatro y forman parte de una misma familia argentina”, quienes “le habían tomado su casa al quintero boliviano, él pagó 20 mil pesos para recuperarla y, así y todo, se la volvieron a ocupar”.

De acuerdo a esta versión, Sánchez decidió enfrentarlos y se le sumaron unos 50 vecinos que atravesaron por situaciones parecidas. En eso estaban a las 23.30 del viernes pasado en 36 y 182, montando guardia para defender lo suyo y a los suyos. Quienes hablaron con este diario aclararon que no tenían armas. Los que llegaron a esa hora, sí.

EL ATAQUE

Dicen los testigos que a las víctimas las “sorprendieron de atrás cuatro hombres de distintas edades que llegaron desde 36 y 183. Tenían por lo menos dos armas cada uno y empezaron a disparar al bulto sin decir palabra”.

Una fuente de la investigación reveló que los homicidas se movilizaban en un auto Ford Escort de color oscuro, con “entre cinco y seis hombres” que se bajaron del coche y abrieron fuego hacia el grupo, sin apuntar a nadie en particular.

Los tiros “solamente paraban cuando ellos recargaban las armas”, resaltó un vecino. Los peritos determinaron que en la banda usó revólveres del calibre 38.

Las autopsias establecieron que Aurelio Brizuela Ibáñez murió de un tiro que lo atravesó tras perforarle el pecho, mientras que Sánchez falleció de un disparo en la cabeza. Las balas entraron y salieron.

EL DESPUES

Entre las detonaciones y los gritos de pánico, algunos llamaron al 911. Los móviles del Comando de Patrullas arribaron minutos después. Hacia las 23.50, un médico confirmaba la muerte de Brizuela Ibáñez y llegaba desde el hospital de Romero la noticia de que habían recibido otro herido de bala. A los minutos comunicaron su deceso.

Mientras tanto, las calles de tierras tapizadas de casas de ladrillos sin revocar, objetos de la disputa, se iluminaban con las luces de los patrulleros. Llegaron los de la comisaría Séptima, Científica, DDI y el fiscal Alvaro Garganta, que caratuló la causa como “doble homicidio”.

“Esa noche la Policía estuvo acá entre las 8 y media y las 9, pero cuando se fueron pasó todo. Ahora tenemos miedo”, dicen en el barrio con el sol todavía alto e implacable; miedo de lo que pase cuando ya no esté.