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Letizia: la reina plebeya

Esta semana, Argentina la vio “en acción”. Recibió al presidente Macri junto al rey Felipe. Parece aportar a la Corona española una cuota de espontaneidad y frescura. Hija de una enfermera y un periodista asturianos, dejó una ascendente carrera periodística para convertirse primero en princesa y luego en reina de España. Historia de una mujer que nunca imaginó su destino

Letizia: la reina plebeya

afp

26 de Febrero de 2017 | 03:07
Edición impresa

El viaje del presidente Mauricio Macri a Madrid trajo a la primera plana de nuestro país la imagen de Letizia, a la que muchos todavía no se acostumbran a ver como reina después de décadas de haber visto en ese lugar a su suegra, Sofía.

Su historia se cuenta en España desde distintas perspectivas. Algunos creen que es un cuento de hadas y otros aseguran que no. La columnista Ana Dávila, por ejemplo, dice que llegar a ser reina de España le costó a Letizia Ortiz Rocasolano (hija de una enfermera y un periodista), renunciar a las tres cosas más preciadas que tenía en 2003: su prometedora carrera profesional, su estabilidad emocional y, lo más importante para ella: su libertad.

Letizia, nacida el 15 de septiembre de 1972 en Oviedo, capital de Asturias, se hizo periodista porque tenía un sueño: llegar algún día a encabezar un noticiero en televisión.

Letizia es la primera plebeya que llega a ser reina en la historia de España. Hija de una enfermera asturiana, tiene dos hermanas, una mayor y una menor que ella. Todas guardan un bajo perfil

Niña inquieta e inteligente, amante del ballet y estudiante dedicada, desde los 18 años comenzó a colaborar para la agencia EFE, el diario ABC y el diario La Nueva España.

Tras estudiar Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, hizo una maestría en Periodismo Audiovisual y con una beca viajó a México por seis meses, para hacer su doctorado en la Universidad de Guadalajara, a los 24 años.

En su ascendente carrera trabajó también para Bloomberg TV y CNN Plus, y en el año 2000 llegó a Televisión Española, donde cubrió noticias como los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y la guerra de Irak, pero también cumplió su sueño: por fin logró tener su propio noticiero matutino.

Su carrera iba en ascenso (incluso ganó el Premio Larra de la Asociación de Prensa española a la mejor periodista menor de 30 años). Pero su vida tuvo un giro impensado: en noviembre de 2003 se anunció su compromiso con el Príncipe y tuvo que dejar su profesión.

Aseguran que Letizia tenía un objetivo claro al casarse con Felipe: dar un heredero a la Corona. Lo cumplió el 31 de octubre de 2005 con el nacimiento de una princesita, Leonor.

Pero tan pronto como la heredera y su hermana, la infanta Sofía, se inscribieron al “cole” de Santa María de los Rosales, donde estudió Felipe, se comenzó a conocer la cara sobreprotectora de Letizia, fruto de todas las presiones que tenía.

Los diarios españoles cuentan, por ejemplo, que no le agrada que los padres lleven celulares a la escuela por temor a que les tomen fotos. Quiere que hablen inglés con naturalidad y por eso contrató a niñeras británicas. Trascendidos del palacio dicen que le prohíbe a Leonor llorar en público y aceptar regalos. Y que la hora de dormir no es negociable. “No hay niñas más educadas que Leonor y Sofía”, dicen allegados, según la prensa española.

La imagen de Letizia es rígida, distante, tanto que, según encuestas encargadas por La Zarzuela, está en último lugar en la lista de popularidad de los miembros de la Casa Real. Los números coinciden con los que publicó el periódico El Mundo, que señalan que el 43 por ciento de los españoles la “reprueba”. En contraste, Sofía tiene el 67 por ciento de aprobación.

A Letizia le gusta la independencia. A los 24 años se mudó a Guadalajara para hacer un doctorado; como periodista hizo coberturas en varios países y, ya como princesa, fueron famosas sus escapadas de fin de semana sola o con amigas.

Sin embargo ahora, como reina, debe ajustarse a un protocolo mucho más estricto. En contraste, le huye a los actos públicos. Como princesa redujo su agenda de actos lo más posible a partir del nacimiento de sus hijas y dejó de acompañar a su esposo en un 30 por ciento de los dos centenares de actos que tiene al año.

Pero ahora empezó a involucrarse en nuevas funciones, similares a las que tenía la reina Sofía, relacionadas a la representación de la Corona en el extranjero y la atención a fundaciones altruistas, más allá de las que ya ha tenido en todo lo relacionado a enfermedades raras, la educación y la innovación. La tarde de noviembre de 2003 en la que se anunció su compromiso con Felipe de Borbón, Letizia hizo una promesa: se declaró “con ganas, con ilusión, con fuerza y con vocación de servicio a los españoles”. “Tengo el ejemplo impagable de la reina”, dijo refiriéndose a Sofía de Grecia, su suegra.

Esta semana, en la recepción a Macri, se vio a una reina que ocupa su lugar, que ha aprendido a hacerlo con aplomo elegancia y que dejó definitivamente atrás un pasado plebeyo en el que su vida nada tenía que ver con la que le toca ahora.

Letizia parece haber salido indemne de la multitud de escándalos que ha salpicado a la Casa Real. Sin embargo su popularidad no termina de despegar

Hay que recordar que sectores tradicionales no vieron con buenos ojos el matrimonio del Príncipe con una plebeya, sobre todo teniendo en cuenta que estaba divorciada: había contraído matrimonio civil en 1999 con Alonso Guerrero Pérez, su profesor de literatura en el secundario, un matrimonio que solo duró un año.

Su origen ‘humilde’ debería ser motivo de simpatía entre los ciudadanos, pero la actitud dominante y algo altiva de Letizia le ha impedido conquistar a los españoles de a pie.

Marcando estilo propio, Letizia se sometió a un intenso programa de educación para su incorporación en la Casa Real, desde protocolo a idiomas. También recibió clases de estilo: por primera vez cambió su vestuario, dejó los pantalones y comenzó a llevar faldas y vestidos en sus actos oficiales. Esta semana se la vio “en acción”.

 

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