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Séptimo Día |UNA CUALIDAD COMÚN A TODAS LAS ACTIVIDADES HUMANAS

El equilibrio como forma de oponerse a la vejez

Enseñanzas del hombre que unió las Torres Gemelas caminando sobre un cable a más de 400 metros de altura. Philippe Petit, a los 74 años, todavía sorprende al mundo con su destreza

El equilibrio como forma de oponerse a la vejez

El equilibrista Philippe Petit mira al fotógrafo mientras descansa entre caminatas a través de un cable tendido entre las Torres Gemelas / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

17 de Marzo de 2024 | 03:56
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“El equilibrio es muy útil en la vida, como el agua y el pan. El equilibrio debería enseñarse en la escuela. Enriquece la mente, el cuerpo y la vida, y tengo algunos consejos para darte. Cuando te pones los calcetines por la mañana, no te sientes en el borde de la cama, eso es ridículo. Ponte de pie y luego ponte los calcetines”.

Tales palabras fueron formuladas hace poco tiempo en una entrevista periodística por Philippe Petit (73), el famoso equilibrista francés que hace 25 años unió caminando sobre un cable de acero las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York.

Es claro que el equilibrio es una cualidad que excede al arte acrobático, ya que también hace referencia a todas las disciplinas humanas, a las ciencias duras, a las humanísticas.

La palabra viene del latín “aequilibrium” y refiere genéricamente al estado de todo cuerpo, o de toda idea o forma imaginaria, con fuerzas encontradas que pueden compensarse entre sí. Es sinónimo de armonía y, también, de justicia. De una persona sensata suele decir que es equilibrada. Y desequilibrados son los que no pueden dominar sus fuerzas internas y estas lo llevan de aquí para allá, por rumbos erráticos.

Para los especialistas del funambulismo, que es el arte de los acróbatas, lo que hizo Petit en Nueva York fue una proeza sin antecedentes ni comparación posible.

Otro francés, Charles Blondin, había logrado cruzar bajo la cascada principal las Cataratas del Niágara en 1859 caminando sobre un cable tendido a 50 metros de altura y a lo largo de 350 metros. Después, a mediados del siglo pasado harían lo mismo, pero por encima del agua, los míticos equilibristas alemanas, que luego de sortear la garganta del Niágara, en 1952, cruzaron con un cable varios saltos de las Cataratas del Iguazú.

Lo cierto es que el 17 de agosto de 1974 en Nueva York, Petit partió de la Torre Sur e inició el recorrido sobre el trepidante cable. Tenía 24 años de edad y cruzó ocho veces entre las torres casi terminadas, a 430 metros de altura. La travesía duró 45 minutos, suficientes para que una multitud cortara las calles de Manhattan para seguirlo con la vista.

Su aventura fue ilegítima, carente de permiso oficial. La policía se instaló en ambas terrazas y lo amenazó, pero permaneció sobre la cuerda. Petit fue también acechado por una gaviota que voló cerca suyo y luego por un helicóptero policial que lo conminaba para que bajara y amenazaba con sancionarlo.

Impávido, se puso de rodillas sobre la pértiga -que es la caña que usan para equilibrarse-, después se acostó sobre el cable que el viento azotaba, se irguió nuevamente y le hizo reverencias desde arriba a los azorados neoyorkinos.

Se hicieron dos películas sobre esa hazaña: el documental Man on Wire (Hombre en el cable) que ganó el premio Oscar en 2008 y la película argumental The Walk (La caminata), con la actuación de Joseph Gordon-Levitt.

Petit vive actualmente en Francia y es convocado desde distintos países, para dar conferencias y, también, seguir ofreciendo algunos espectáculos menos aterradores que el que dio en las Torres Gemelas y que causó conmoción en el mundo.

El 23 de marzo del año pasado –es decir, a los 73 años de edad- caminó sobre una cuerda cerca del techo del enorme salón del National Building Museum de Washington, a una altura de 16 metros sobre la enorme fuente que le da ornamento a ese lugar.

“Si te pones de cara a una esquina, no tienes referencia. Pero si te pones frente a una pared, tienes una referencia, y fijas un punto imaginario en el suelo. Ahora puedes ponerte los calcetines sin tambalearte. Necesitas algo de práctica, desde luego. La gente me dice: “¡Vaya, lo hago por la mañana y me siento bien”.

Lo cierto es que las autoridades de Nueva York lo detuvieron al salir de las Torres Gemelas, aclamado por la población y los propios policías. Lo acusaron de intrusión, de no acatar órdenes y de otros delitos y contravenciones.

Un equilibrado juez neoyorkino lo condenó a repetir el espectáculo, cruzando a través de un cable tendido sobre el lago Belvedere (actualmente Turtle Pond) del Central Park, pero a u metro de altura en un espectáculo para los chicos que debía ser gratuito.

IDEOLOGÍA DEL EQUILIBRO

En el equilibrio como cualidad humana, todas las fuerzas interiores se compensan y neutralizan. Frente a la suma valentía, mucha prudencia. Frente a la desmesura, templanza y búsqueda de armonía. Ese equilibrio suelen ejercer los médicos, arquitectos, ingenieros, los pintores, filósofos, escritores y todo quien tenga conciencia de los valores en juego. Lo deben hacer o no, si no es que, ante la segunda alternativa, desean rebelarse al imperio de esa cualidad. .

En literatura existieron grandes exploradores del equilibrio, de la sensatez entendida como punto intermedio. El más famoso de todos, el alemán Goethe

Una de las fórmulas sugeridas por el autor del Fausto clava la flecha entre los dos extremos: “Solo hay dos legados duraderos que podemos esperar dar a nuestros hijos. Uno de ellos son raíces, el otro alas”.

“Toda palabra que se dice convoca a su contraria”, fue otro de los aforismos de Goethe. Si hay una fuerza de un lado, la habrá del otro. El justo medio de los latinos y griegos. Claro que hubo iconoclastas del equilibrio literario, como Rimbaud, Artaud y entre nosotros Jacobo Fijmam y Macedonio Fernández, que se subieron a caminar sobre todas las cuerdas del desequilibrio poético y filosófico.

“Amamos la belleza, pero permanecemos siendo sencillos”, dijo Pericles en la segunda mitad del siglo V a.C. (Siglo de Oro). Para los filósofos griegos, el equilibrio era el elemento clave de la llamada “areté”, que era la excelencia física e intelectual, un punto situado entre la belleza y la verdad. Desde Grecia llegó ese legado.

Pero es la percepción propia de la vida, la que define si alguien será un creador lunático, un explorador que arriesga todo caminando sobre un cable a 430 metros de altura o un burgués que busca la seguridad del medio.

El acróbata Petit, que ya escribió diez libros y uno último, aún inédito -Cheating the Impossible: The Unauthorized Autobiography of Philippe Petit (Engañando lo Imposible: biografía no autorizada de Philippe Petit), reaccionó casi enojado cuando un periodista le expresó que seguramente “envejecer tiene aspectos positivos…”.

“No reconozco el envejecimiento –replicó- no lo siento. Pienso que cada año soy más joven. Hay más posibilidades. Tengo más creatividad e imaginación, y mi arte se beneficia de toda una vida. Es cierto que tengo límites; mi cuerpo no tiene 18 años, pero cuando tenía 18 era rebelde y ambicioso e intentaba hacerme valer. Bueno, sigo siendo rebelde y ambicioso, pero no tengo nada que probar. Tengo más control. Corrijo, como un escritor; recurro a lo esencial. Elijo mis palabras, elijo mi movimiento y pienso que mi arte es más poderoso y enriquecedor a mi edad. No considero la edad para nada como una limitación. No me importa la edad. Nunca utilizaré la palabra... ¿Cómo se dice cuando se deja de trabajar?”

En la mencionada entrevista, el rey de los acróbatas apuesta al equilibrismo temerario, pero afirma que todos debemos ensayar en nuestras casas algo de ese arte para mantenernos jóvenes.

El entrevistador le pregunta si alguna vez tuvo miedo: “Nunca sé hablar de ese tema. Después de toda una vida sin responder la pregunta, creo que ha llegado el momento. Así que habrá un capítulo entero sobre el riesgo y el peligro. Abordo algunos temas, incluso de índole personal, sobre los que, por un motivo u otro, nunca quise hablar antes”.

El cronista le comenta entonces: “Todos estamos en la cuerda floja cuando envejecemos, y caerse puede ser peligroso…”.

Petit cierra con esta respuesta: “Sí, así es. Empieza el día con equilibrio. No desayunes así (se encorva), párate en paralelo, erguido, y así le indicas al cuerpo que empiece el día en equilibrio, equilibrado, y te sentirás mejor. Miro las revistas de moda y veo que las modelos están encorvadas. Es desesperante. El equilibrio te permite mantener el cuerpo y la mente más jóvenes, y esa es mi forma de vivir”.

Joseph Gordon-Levitt, en el rol de Philippe Petit en “The walk” / Web

 

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